Regresar al pasado, para cambiar el Futuro
Jan 22, 2024Al inicio de La sociedad de la nieve, esa magnífica obra de Bayona que tantos titulares nos está regalando en los últimos meses, una voz en off ofrece a los espectadores la que -a mi entender- es una de las mejores frases de la película:
Hay que regresar al pasado, sabiendo que el pasado es lo que más cambia.
Más allá de recrear una de las mayores catástrofes humanas del siglo pasado y de contar con todo lujo de detalles la historia real de supervivencia extrema que la acompañó, a través La sociedad de la nieve, la gran pantalla nos confronta, como en pocas ocasiones, con la más terrible de las realidades: la de que la realidad… no existe.
Aunque terminemos matando o muriendo por Ella.
Tras el accidente de los Andes, el 13 de octubre de 1972, 16 de los 45 ocupantes del avión 571 de la Fuerza Aérea uruguaya, se conviertieron para el Mundo -sin previo aviso para nadie- en su mejor equipo avanzadilla en busca del Arca Perdida. Y, muy posteriormente a su rescate, 72 días después del choque mortal…, como hay Dios que la encontraron.
Dicen los expertos en el tema, vitoreados neurocientíficos de la nueva ciencia (absolutamente acordes con las milenarias tradiciones ancestrales) que lo que los humanos definimos como realidad objetiva: esto es una casa, eso es una montaña, aquello es un coche… responde solo a la validación de una percepción mental común que la evolución humana ha vinculado a la supervivencia.
Dicen, también…, que la realidad es un constructo que el cerebro de cada quien se forma interpretando sus propias señales (las emitidas por las respectivas memorias pasadas y las acciones que -en relación con ellas- se tomaron con anterioridad). Que ante cada nuevo estímulo exterior, el cerebro humano predice una reacción inmediata, mientras elabora especialmente para la ocasión la mejorcísima percepción de entre todas las posibles, de forma automática.
Hasta dicen, los más intrépidos…, que eso que los humanos definimos como realidad inalterable (y por lo que hasta morir o matar tendría el mejor de los avales), no es más que otra tentadora alucinación cerebral, construida mediante un espectacular y más que creíble derroche de colores, formas y sonidos que -aunque nos permite ubicarnos e interactuar con el mundo y con los demás en esta 3ª Dimensión- no deja de ser un intento fallido de responder a esa Verdad Última que siempre perseguimos, pero que nunca alcanzamos.
¿Sabías que en el Universo, el color no existe…? ¿Te planteaste alguna vez si hubo o no ruido, cuando ese árbol cayó en el bosque, si nadie estaba ahí para escucharlo?
Nada más lejos de mi intención, la de filosofar sin más. Mi deseo más ferviente hoy es el de andar contigo un trocito del mismo camino que anduvieron los 16 supervivientes de la Tragedia de los Andes, más allá de la triste realidad que todos imaginaron en el minuto 0 tras la colisión, más allá del futuro itinerario predecible que todos sin excepción tuvieron en mente al principio, más allá de lo conocido…
… Más allá de la Zona de Confort.
Y es que ese codiciado Cofre del Tesoro, ese Santo Grial, esa Arca de la Alianza de la que hablábamos antes… -da lo mismo como se la llame- contiene siempre la más anhelada de las Riquezas: la que deriva de haberse uno atrevido a atravesar la 1ª Apariencia que ofrecen las cosas, para acceder a una Apariencia Mayor… Y, de esa, a otra aún más Grande.
Y exactamente eso es lo que hicieron los 16 supervivientes de la catástrofe andina: batirse en un duelo a muerte con la Muerte sin plan B, a rastras, con la piel a tiras, a colgajos, con la ropa harapienta a pedazos y los sueños rotos…, desde una Zona de Confort despiadadamente asesina, demasiado sobrecargada de compañeros muertos…, hasta la otra Orilla, que la hay.
Y esa otra Orilla, esa Zona Mágica tras la empinada cordillera que protege la Zona de Confort ¡vale tanto la pena!
¡Tanto!
Ahí es donde Arturo Nogueira, le habla a Numa sobre su recién descubierto Dios…
[...] Yo creo en el Dios que tiene Roberto en la cabeza cuando viene a curarme las heridas, en el Dios que tiene Nando en las piernas para salir a caminar sin condiciones, en las manos de Daniel cuando corta la carne. Y Fito cuando la reparte sin decirnos a qué amigo perteneció, y así podamos comerla sin tener que recordar su mirada.
Donde, en el punto reversible de la muerte, tras un alud que casi lo mata, Eduardo Strauch, cuenta cuán atractivo es ese otro lado:
En mi caso no vi un muro, no. Vi... Sentí algo que me atraía profundamente, algo magnético que me llevaba hacia una felicidad y una serenidad absolutas. [Cuando finalmente le entró oxígeno y volvió a la vida, explica que lo hizo con desesperación] Quería seguir cogiéndome a lo que me llevaba hacia el otro lado.
Donde Daniel Fernández acuña para la historia su frase más sublime:
Nunca fuimos mejores personas que en la montaña.
Solo en escenarios excesivos y solitarios, lo imposible se torna posible. Y solo alcanzando lo imposible, la nueva Vida en ciernes logra abrirse paso. Y uno Ve, y uno Siente, y uno empieza a Entender la Vida tal y como es, sin máscara, sin filtro, sin ego…
Con los Ojos del Corazón.
A Vosotros:
Pedro Algorta, Roberto Jorge Canessa Urta, Alfredo Daniel Delgado Salaberri, Daniel Fernández Strauch, Roberto Fernando Francois Álvarez, Roy Alex Harley Sánchez, José Luis Inciarte Vázquez, Álvaro Mangino Schmid, Javier Alfredo Methol Abal, Carlos Páez Rodríguez, Fernando Seler Parrado Dolgay, Ramón Mario Sabella Barreiro, Adolfo Luis Strauch Urioste, Eduardo José Strauch Urioste, Antonio José Vizintín Brandi y Gustavo Zerbino Stajano…
… El mayor de nuestros agradecimientos por tan magnífica lección de Vida. Y por haber decidido, desde el Alma, ofrecerla desde el testimonio real de vuestra propia existencia
Y, a Ti…
Mientras dejas madurar el mensaje de este mail el tiempo que necesites ¿Qué te parece si nos vemos y te contamos hasta dónde y cómo podemos prever y hasta evitar -en lo posible- la tragedia y la adversidad en nuestra Vida y la Vida de nuestra familia?
No son palabras: SE PUEDE.
¿Te vienes?
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